Una articulación es la unión entre dos o más huesos, o entre un hueso y un cartílago, o un hueso y los dientes. Se pueden clasificar según dos clases:
Por la estructura del tejido que las une: fibrosas, cartilaginosas, sinoviales o diartrodias.
Según la función que desempeñan: sinartrosis (inmóviles), anfiartrosis (con movimiento limitado) y diartrodias (con movimientos complejos).
El movimiento, fricción o tracción que soportan las articulaciones mientras sujetan dos estructuras muy sólidas provoca que sufran un deterioro progresivo y natural.
En algunos casos este desgaste se ve acrecentado si la estructura cartilaginosa que las da protección frente a la fricción o roce se ve deteriorada. Esta estructura cartilaginosa está formada principalmente por tejido conjuntivo y permite disminuir el roce o fricción de la articulación y por tanto su deterioro. Por lo que una pérdida de colágeno o ácido hialurónico las hace más frágiles y pierden su capacidad de protección.
El desgaste de la articulación provoca una fricción entre los huesos y/o cartílagos favoreciéndose la aparición de distintas patologías que en muchos casos es altamente dolorosa e incapacitante para las personas que las padecen.
Las articulaciones debemos “alimentarlas” de forma correcta para que los nutrientes las mantengan en forma, además debemos ejercitarlas de forma periódica para que no pierdan movimiento y elasticidad.
No siempre una adecuada alimentación nos permite obtener los nutrientes adecuados para nutrir nuestro tejido conectivo, por lo que es importante incrementar la ingesta de sustancias beneficiosas para nuestro organismo, como es el caso de alimentos ricos en colágeno, ácido hialurónico, aminoácidos esenciales, etc.
En ocasiones conseguir que los alimentos nos aporten estos nutrientes no es siempre posible por lo que es importante utilizar complementos alimenticios y nutricionales que nos aporten las cantidades suficientes de colágeno, ácido hialurónico y aminoácidos.